miércoles, febrero 22, 2017

entrada número veintiuno


Es curioso tu recuerdo.
Tengo que admitirlo,
todavía hay días en los que regresa 
para atormentarme.
¿Cómo es posible?
Si me esforcé, a conciencia.
Si luché
lo empujé
lo pisoteé.
Pasé más de cien noche en vela
agotando hasta el último aliento
de tanto vaciar los pulmones.
Soplé con violencia para que tu recuerdo
tu maldito recuerdo
se esfumase.
Lo convertí en imparable huracán
para que, a su paso
se llevase todo indicio 
de que hubieses existido.

¿No entiendes que no quiero que me venga a visitar?

Y aún así
de vez en cuando
regresa el muy cabrón.

Y me enfado.
Y lo entiendo a la vez.
Vuelve cuando más agotada estoy
aparece los días en los que duermo menos
y mal
me sorprende cuando me siento abatida
por causas que ya nada tienen que ver contigo.

Es curioso tu recuerdo.
¿No lo ves?
Soy yo quien lo invoca
/desde donde quiera que estés/
es mi lado malo quien lo atrae
no podía ser de otra manera.
Acude raudo a la llamada del cansancio
de la falta de ganas
para alimentarse de mis pocas fuerzas
para sacar lo peor de mi.

Puedo presentir cómo se acerca
y me escondo tras mis muros
escucho cómo escala de forma habilidosa
y cuando llega al punto más alto
se detiene.
Desde allí me observa
durante unos instantes me siento frágil
ya no quiero sucumbir más a tu recuerdo.
Con la cabeza alta lo miro yo también
desafiante
y le grito:
¡Salta, venga! ¡Arrójate sobre mi!
¡No me importa!
¡Ya no conseguirás hacerme más daño!
¡Aplástame con todo tu peso!

Nunca lo hace.

Por más que chillo
permanece allí arriba
impasible
inútil
molestándome con su presencia.
Le ignoro
le doy la espalda y lo olvido
/o lo intento/
Y aún así siento cómo me persigue
está a punto de lanzarme puñales afilados
que se me claven por la espalda.

Entonces estallo.

¡Vete!

Grito, más fuerte
pataleo, lanzo puños contra el muro.
Quiero derribarlo
quiero que se esfume.

Debería escalar, ascender hasta él
pero siempre he tenido miedo a las alturas
y me niego a estar demasiado cerca
y arriesgarme a que me atrape.

¡Lárgate de aquí!

Debería lanzar treinta y tres flechas
atravesarlo
que muera allí de forma súbita.
Pero soy contraria a la violencia
y carezco de puntería
y mucho menos sangre fría.

¡Déjame en paz!

Podría pedir ayuda
encontrar aliados 
con los que hacerme aún más fuerte.

No
ésta es mi lucha 
y me enfrento sola en la batalla.

Encuentro un lápiz
lo afilo
y en un papel
al que doy forma de avión
lanzo un mensaje que me salve la vida:
                          
                     ¡YA NO EXISTES!

Lo veo ascender hasta él
vuela hasta alcanzarlo
y lo esquiva
lo ignora
me ignoras.

Del mismo modo en que llegó
tu recuerdo se esfuma
sigiloso
escondiéndose entre las sombras de otro tiempo.

Y por fin
cuando ya no lo veo
tu recuerdo me hace sonreír
pero no es por añoranza
ni mucho menos por pena.

Mi sonrisa es resignada
mientras pienso lo irónico que resulta
que hasta tu recuerdo sea un cobarde.


1 comentario:

  1. Ver los recuerdos como simplemente eso recuerdos. Podar soltar todo lo "malo" que te producen y que cuando aparezcan sea como quien se da cuenta que tiene un cordón desabrochado. Se agacha, lo abrocha y continua su camino. No hay que preguntarse porque viene, hay que saber darle la importancia que merece.

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